“Las Torres del Mundo”

Hoy, después de los sucesos terroristas ocurridos en Nueva York y Washington los estadounidenses, llamados americanos, lloran. Gran parte del mundo, llamado solidario, está de luto. Los gobiernos modernos, llamados democráticos, abogan por su justicia; porque “la magnitud de los hechos los hacen inverosímiles y su brutal palpabilidad, escalofriantes”.

Hoy el dolor, la ira y la impotencia de lo irreversible ciegan al imperio en busca de culpables y solo ruge una palabra en sus entrañas, venganza. La misma palabra que los hambrientos, los desamparados, los que no tienen acceso a la cultura y a la vida moderna, los explotados, los históricamente vilipendiados y vejados, han asumido como estandarte en su mal orientada defensa.

Hoy el hombre moderno está dispuesto a inaugurar la centuria con una muestra abismal de torpeza en la memoria, y realizará su venganza. Nuevamente el hermano mayor castigará al pequeño pretendiendo que aprenda la lección a cualquier precio pues no pude dejar de mostrar al mundo su buen juicio y superioridad.

Hoy seguirán los inocentes erigiendo las torres más altas del mundo. Torres de gente que muere sin más escombro encima que el cuerpo de su prójimo pero que no impresionan porque no son torres hechas a toda prueba, y no lloraremos por ellos.

Hoy a costa de su miseria cubrimos nuestras necesidades, satisfacemos nuestros caprichos, especulamos en su nombre y les guardamos en nuestro cajón de fotos amarillas como parte de nuestros recuerdos exóticos.

Hoy me entristece lo ocurrido y me angustia el porvenir, pues siento cada vez más lejos la idea de que algún día el mundo sea una gran manzana. Pero puede ser que eso no importe.

Mario Lorenzo
Madrid, 19/09/2001